Mónica Torres Amarillas ganó la primera medalla olímpica para el taekwondo femenil. Lo hizo sin apoyo gubernamental y como parte de la primera generación de mujeres que practicaban el deporte en la Universidad Nacional Autónoma de México.
«Inicié en 1983 y nos incorporamos pocas mujeres entrenando con nuestros compañeros varones más avanzados. No había torneos para mujeres. Tristemente, sólo íbamos a echarles porras a ellos. Con el tiempo logramos que se abrieran áreas de combate para mujeres en los torneos de los hombres», declaró la deportista para Fundación UNAM.
La invitaron a participar en la Copa del Mundo de Turquía en 1986, no asistió por la falta de recursos para las competidoras. Un año después la historia se repitió en Campeonato Femenil de Barcelona, en donde ganó el segundo lugar:
«Mi familia y la comunidad de Taekwondo de la UNAM nos dimos a la tarea de juntar los recursos para avión, hospedaje y alimentación; pude ir a España unos días antes que la selección nacional para poder ubicarlos e incorporarme con el equipo». Mónica fue de plata.
«La medalla es importante pero lo más importante es tener presente que el triunfo fue de muchas personas que hicieron posible mi participación, hoy vuelvo a agradecerles porque forman parte de ese gran momento vivido», relató la medallista olímpica en su cuenta de Facebook.
Mónica Torres conformó el selectivo femenil que representó a México en los Juegos Olímpicos de Seúl, Corea, en 1988. La deportista y sus compañeros de clase «botearon» en las aulas de la UNAM porque no había dinero para patrocinar a las mujeres, sólo a la rama varonil.
Días después, el Comité Olímpico anunció su apoyo por ganar la medalla olímpica. Torres Amarillas regresó el dinero recaudado por los estudiantes y partió a Barcelona, en donde se coronó con la presea de bronce. También fue la campeona nacional invicta de 1983 a 1992 y la reconocieron con el Premio Nacional del Deporte en 1989:
«¿Cómo no lograrlo cuando tienes tanto apoyo? Fui la primera mexicana en ganarle en semifinales a una competidora coreana, procedente de la cuna del Taekwondo».
En la clase del profesor José Sámano, Mónica Torres abrió las puertas del Taekwondo a las mujeres: «Llegamos para quedarnos, pese a no contar con la misma atención que los varones en la práctica».
Y no sólo eso: «Cambiamos la historia, por la dignidad y reivindicación de género, pero lo pudimos hacer porque nos sabíamos universitarias. Y eso nos hizo sentir que los logros estaban en nuestras manos y, por supuesto, a nuestro alcance».