Julio 06, 2024
Andrea Salinas CDMX, – Wilma Rudolph nació el 23 de junio de 1940 en Saint Bethlehem, Tennessee, como la vigésima de 22 hermanos. Su infancia estuvo marcada por múltiples enfermedades graves, entre ellas neumonía, escarlatina y poliomielitis, esta última dejó su pierna izquierda parcialmente paralizada. Durante años usó una férula y dependió de masajes terapéuticos constantes. Contra todo pronóstico médico, recuperó la movilidad a los 12 años.

Del baloncesto escolar a las pistas olímpicas
Gracias a su espíritu competitivo, Wilma comenzó a destacar en el baloncesto durante la secundaria. Fue ahí donde llamó la atención del entrenador Ed Temple, de la Universidad Estatal de Tennessee, quien la introdujo al atletismo. A los 16 años, fue convocada a los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, donde ganó su primera medalla olímpica: bronce en el relevo 4×100 metros.

Roma 1960: el momento que cambió la historia
La consagración llegó en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960. Wilma Rudolph ganó tres medallas de oro: en los 100 metros, 200 metros y el relevo 4×100 metros, convirtiéndose en la primera mujer estadounidense en lograr tres oros en una misma edición olímpica. Además de sus triunfos, rompió récords mundiales y olímpicos, y se ganó el apodo de “la mujer más rápida del mundo”.

Símbolo de lucha contra la segregación racial
Más allá de sus hazañas deportivas, Wilma utilizó su fama para desafiar la segregación racial. Se negó a participar en eventos donde existiera discriminación y logró que el desfile en su honor en su ciudad natal, Clarksville, fuera el primero en realizarse sin segregación, un hecho inédito en ese momento en el sur de Estados Unidos.

Un legado que trasciende las pistas
Wilma Rudolph se retiró del atletismo en 1962, se graduó en educación y trabajó como maestra y entrenadora. Fundó la Wilma Rudolph Foundation, dedicada a apoyar a jóvenes atletas, y compartió su historia en la autobiografía Wilmapublicada en 1977. Fue incluida en múltiples salones de la fama, entre ellos el Salón Olímpico de la Fama en 1983 y el Salón de la Fama de Mujeres en el Deporte en 1994.

Una vida corta, pero imborrable
Wilma falleció el 12 de noviembre de 1994, a los 54 años, víctima de un tumor cerebral. Su vida, sin embargo, dejó una huella imborrable no solo en el atletismo, sino en la lucha por los derechos civiles y la igualdad.